La Incorporación de enzimas en bioplásticos para incrementar su biodegradabilidad o, incluso, para diseñar su degradación programada, requiere que la actividad enzimática pueda “sobrevivir” a la exposición a alta temperatura durante un tiempo más o menos largo. La razón es que el procesado de plásticos implica con frecuencia su extrusión, lo que provoca un pico de alta temperatura. En este sentido, el equipo de la Universidad de Granada ha estado caracterizando formas ancestrales de enzimas con potencial actividad de degradación de plásticos. Han usado en concreto calorimetría diferencial de barrido, una metodología para estudiar estabilidad de proteínas en que se aplica sobrepresión para incrementar el punto de ebullición de la disolución acuosa, pudiéndose alcanzar temperaturas superiores a 100 grados.

Usando este enfoque experimental, los investigadores de Granada han encontrado una enzima ancestral que mantiene un nivel significativo de actividad tras enfriar después de alcanzar 120 grados. Estos resultados son preliminares y requieren clarificación en varios aspectos. Por ejemplo, es necesario averiguar si la retención de la actividad tras la exposición a alta temperatura se debe a una alta estabilidad intrínseca de la proteína ancestral o a una capacidad de replegarse a baja temperatura tras desnaturalizar a alta temperatura. Igualmente, es importante caracterizar la dependencia de la retención de la actividad con la concentración de enzima y con la composición química del ambiente. En cualquier caso, los resultados son prometedores y pueden proporcionar la base para el desarrollo de enzimas mejoradas para la degradación de bioplásticos.